Una de Vaqueros. . .
Arturo García Gaytán.
en twitter: @arturo_ggaytan
en facebook: Arturo García Gaytán
Dijeron que la India María murió, no es
cierto;
cobra en la nómina del desgobierno estatal.
México
bien podría ser el País de las Maravillas, donde los pillos son adorados y la
gente decente estigmatizada. Es el país donde es más barato y fácil comprar una
grapa de cocaína que un libro, es el país donde habiendo una riqueza inmensa de
recursos naturales no se explotan para beneficio general.
Arranca
el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos una cruzada para que
quienes sabemos leer participemos y enseñemos a quienes no saben, lo cual,
podría ser plausible, aunque sabiendo que el kilogramo de carne de res cuesta
120 pesos y un libro medianamente contemporáneo y nuevo cuesta 380, se antoja
una reverenda succión.
Es
ocioso meter a la gente en una dinámica absurda, enseñarles a leer para que se
queden con las ganas de tener acceso a la cultura escrita pues los libros en
México tienen un costo excesivo, primero se traga después se cultiva la gente,
pero eso no lo ven los gobiernos.
El
presupuesto para el multicitado Teatro Matamoros fue astronómico, al saber que
el patronato lo encabezaría Cuatemochitas Júnior, se disipó cualquier sospecha,
entendimos que sería la caja chica para que el nieto de la revolución se cebara
tranquilamente y dejara un legado a la ciudad capital.
Pero
el chamaco es goloso y languzo, y se gastó miles de pesos de más, la obra se
supone, iba a ser inaugurada para el centenario y bicentenario, pero pura monja
alférez, es día en que sigue siendo un predio baldío en el corazón de Morelia,
sin uso ni beneficio.
Se
le metieron a ese pozo sin fondo más de 250 millones de pesos, el nieto de la
revolución vivió a cuerpo de rey hasta que hartos de mantener sus snobismos lo
sacaron de la jugada, pero no esclarecieron los destinos de los millones de
pesos.
Es
más, hubo una serie de relevos en la contraloría municipal en los que se vio involucrado un incondicional
del Cártel de los Cárdenas, un tal Sánchez Cárdenas, quien en más de dos
ocasiones fue removido del cargo y recontratado se supone, con el objeto de
limpiar el cochinero y limpiar el rastro de los billetes.
Hoy,
sin sombra de escrúpulo, remordimiento ni atisbo de ética, Cuauhtémoc Cárdenas
Batel, amenaza con demandar por más de 2 millones de pesos al gobierno del
estado, pues no le pagaron sueldo ni prestaciones, dice, no tiene hartazgo y
bueno, le habrán de pagar para evitar que los dueños de Michoacán se incomoden.
No
le basta el nieto de la revolución que se use dinero público para que traiga
una vez al año a decenas de vagos y zánganos a vivir, beber y drogarse gratis a
nuestras costillas con el pretexto del festival de cine de Morelia, no, quiere
más, mucho más, falta que lo cuelen en una lista plurinominal de senador o
diputado para que los herederos de la revolución sigan mamando. Cría cuervos y
tendrás un chingo.
Bastantes
suspicacias y cuestionamientos levantaron en redes sociales y al interior del
Hospital General Dr. Miguel Silva y el ayuntamiento de Morelia la nominación de
Elvira Santiago Monreal como directora del DIF municipal, quien fungiera como
directora administrativa del mencionado nosocomio y, sus antecedentes, no son
nada halagüeños.
Santiago
Monreal llegó al hospital de la mano del actual director, un tal Jesús Ángel
Villagrán, el mismo que se caracteriza por cobrar en más de cuatro nóminas,
violando la Ley de Servidores Públicos, y por ser un insensible, prepotente y
ordinario en su trato con los usuarios y empleados.
Elvirita
fue la encargada de administrar la miseria que priva en el nosocomio, donde no hay
ni siquiera gasas o vendas para una curación, ocultó las “donaciones” que son
el orgullo de Villagrán Uribe y se caracterizó por ejercer una administración
tiránica, soberbia y grosera sobre pacientes, sus familiares, personal médico y
empleados en general.
Es
increíble que alguien que ya demostró ser insensible y déspota ocupe una
posición tan relevante en la administración pública municipal, a menos, claro
está, que el jefe de la comuna respalde este tipo de actitudes y esté dispuesto
a exhibirse como un ente igual de inescrupuloso. ¿No pidieron referencias de
ella antes de contratarla o, de qué tamaño son los compromisos “independientes”?
Si
se pusiera una lona que cubriera la ciudad de Morelia al menos la parte
circundada por el libramiento se tendría la cantina más grande del mundo, en la
capital michoacana hay más expendios de cerveza y alcohol, que bibliotecas o
librerías y se supone que desde hace más de cuatro años no se expiden licencias
de giros negros o rojos.
El
negocio, léase, el trinquete está realizado con las cerveceras, que duplican
licencias y abren en cualquier sitio sin importar la cercanía de escuelas u
oficinas, contando, por supuesto, con toda la complicidad de el personal de la
ventanilla única e inspección y vigilancia.
Si
se desea en verdad darle un giro a la actividad social en Morelia hay que
comenzar por ofertar espacios y comenzar a regular de manera formal y seria la
venta de alcohol, pues está demostrado que en la inmensa mayoría de expendios
se consiguen también otro tipo de sustancias tóxicas.
Este
mes patrio me atrevo a recomendarles el siguiente libro: La fila india, de la
autoría de Antonio Ortuño; lo editan CONACULTA, OCEANO y forma parte de la
colección Hotel de las letras. Son 228 páginas de una novela que nos ayudará a
entender el fenómeno de la migración.
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